miércoles, 8 de junio de 2011

Bajo los ojos de la luna (III)

Aunque Otto era alto y corpulento, se movía con rapidez y soltura a través de los arboles y la espesura del bosque, parecía conocer cada palmo del terreno, sin dudar ni tropezar con ninguna raíz traicionera que se ocultase entre las sombras. A pesar de la facilidad con la que avanzaba, el hombre no paraba de refunfuñar y murmurar en voz baja y, cada vez que volvía la cabeza para comprobar si los elfos seguían sus pasos, sus maldiciones se hacían mas imperiosas.
Helluin y Malle le seguían desde hacía casi una hora, manteniendo un buen ritmo en el que apenas se separaban de él para no perderle de vista, parecía ser un buen guía, pero ellos habían vivido demasiado tiempo entre arboles para no ser capaces de seguirlo, aunque dejaban cierta distancia prudencial para no ser objetos de sus comentarios desagradables. Mallekith respondía a sus gestos con miradas funestas, casi esperando el momento idóneo para recriminar su actitud, pero Helluin hacía esfuerzos para convencerlo de que guardara silencio.
Alcanzaron el lindero que transcurría frente a un camino secundario y Otto se detuvo, observando detenidamente entre los arboles, mas allá podían verse los desperfectos de un par de carretas destruidas y varios hombres muertos en el suelo. El guía se volvió hacia los elfos, los miró directamente durante unos segundos, en los que parecía que iba a insultarles, pero finalmente alzó una mano e indicó con el pulgar a las carretas destrozadas.

- Aquí encontramos a Koller casi inconsciente. Ya sabéis que tenéis que hacer – dijo sin mas preámbulos, su voz era tosca y profunda, como si dos piedras raspasen entre sí en el interior de una cueva.

- ¿Es que no vas a acompañarnos? - preguntó Helluin, confusa. Malle no dijo nada, solamente le miraba con el ceño fruncido y los labios apretados en una delgada linea.

- Claro que no, es vuestra misión ¿Verdad? Apañaos solos- respondió secamente Otto, que ya empezaba a alejarse de vuelta a la ciudad, pasando de largo por delante de Sephi y sin darles tiempo a responder – ya encontraremos vuestros cadáveres – añadió con un leve susurro antes de desaparecer entre las sombras.

- Vamos Malle... – murmuró quedamente Helluin, acariciando sutilmente el brazo de su compañero, el cual se había posicionado sobra la empuñadura de la espada, tomándola con firmeza. Tiró un poco de él para que le prestara atención y dejara de mirar por donde se marchó Otto. El elfo asintió finalmente y relajó la postura para volverse y encaminarse hacia las carretas, por el momento lo olvidaría.
Avanzaron por precaución, el lugar parecía desierto y no se escuchaba nada mas que los sonidos normales de la naturaleza, pero los resultados de una matanza seguían presentes. Sobre el ancho camino de tierra los cuerpos de, lo que parecían ser, el comerciante y su guardia, yacían inertes y la sangre se mezclaba con el barro y la suciedad, dejando una imprenta macabra y sádica. Helluin arrugó la nariz cuando pudo ver mejor la escena, pero se acercó lo suficiente para observar el primer cadáver, mientras Malle y Sephi hacían lo mismo y buscaban alguna pista.

- Esto no a sido una batalla... los guardias aún tienen las armas guardadas, cogieron a la mayoría por sorpresa y al resto huyendo. - La voz de la elfa sonó ligeramente quebrada por la pena que sentía por aquellos hombres asesinados. Cerró los parpados del que tenía delante y se incorporó para ir junto a Malle, se sentía incomoda ante tanta muerte.

- Los carromatos están totalmente vacíos, debieron ser bastantes para poder llevarse todo lo que había. Demasiado bien ejecutado como para que fuera un comerciante rival ¿no crees? - Meditó el elfo casi para si mismo, expresando la pregunta en voz alta cuando Helluin llegó hasta su lado. En ese instante, Sephi les llamó la atención con un gruñido suave, se encontraba olfateando unos helechos que se encontraban apartados de ellos. Cuando se acercaron, vio que estaba buscando, habían varias pisadas en el barro que se alejaban del lugar y algunas ramas de los arbustos estaban rotas o dobladas, dejando un espacio visible entre ellas, sobre una hoja había una mancha oscura y aún húmeda. Malle la palpó con un dedo y se llevó tan solo la punta a la lengua, escupiendo ta un lado ras rozarlo ligeramente.

- Sangre, quizá hirieron a uno de ellos antes de morir, nos servirá para seguir su rastro. Sephi guianos. - Pidió a la tigresa, aunque ella ya se había adelantado a oler la sangre antes de avanzar a través de la espesura del bosque con rapidez y seguridad. De vez en cuando encontraban mas hojas cubiertas de sangre, aquel hombre debía tener una herida profunda que, con suerte, haría retrasar al grupo que le acompañaba y les daría a los elfos una oportunidad de alcanzarles.

Avanzaban con rapidez, pero con atentos y con las armas preparadas por si se encontraban de golpe con la banda de asesinos. Malle no se fiaba, podían llegar a ser peligrosos si los temores de Martha no eran infundados, él mismo imaginaba el riesgo de enfrentarse a, lo que podría ser, un numeroso grupo de hombres armados, entrenados y sin escrúpulos, sintió un escalofrío al imaginarse rodeado de una decena de cuchillos bien afilados dispuestos a clavarse en su cuerpo. Se apresuró a borrar esa idea de la mente, si se dejaba vencer por el nerviosismo perdería la confianza y no podía permitírselo, y aún menos si Helluin estaba a su lado, por ella no podía decaer. Podía verla correr junto a él, con el semblante tranquilo y la mirada decidida, era curioso como en ella hallaba la confianza que le costaba encontrar a veces en sí mismo, era como si ella pudiera darle lo que le faltaba a cada momento. Le sorprendió mirándola fijamente cuando volvió el rostro hacia él, pareció captar la forma en que lo hacía y se ruborizó ligeramente con una leve sonrisa tímida, pero se recompuso enseguida y el color de las mejillas desapareció con la misma rapidez con que apareció, le guiñó un ojo y volvió a retomar la marcha. Malle rió por lo bajo y se concentró también en la misión que tenían entre manos, siguiendo a Sephi de ceca para no perder su ritmo.

Viajaron a través de los arboles sin detenerse ni perder la pista de la sangre, hasta que llegaron a una zona donde la vegetación era mas dispersa, se acercaban al lindero del bosque y escuchaban el rumor del agua corriendo por un río que descendía no muy lejos de donde se encontraban. Sephi aminoró la marcha y empezó a caminar haciendo el menor ruido posible, Malle y Helluin también escucharon lo mismo que hizo detenerse a la tigresa, el sonido de varias botas que caminaban sobre la hierba y el chapoteo que causaban al lanzar algo al agua. Se aproximaron un poco mas, vigilando de seguir ocultos tras los arboles y guardando silencio para no alertarlos, lo que vieron les sorprendió a todos. Un grupo de cuatro hombres ataviados con ropajes negros transportaban cajas desde la entrada de una cueva hasta el río, donde lanzaban su contenido, que parecía ser el grano que había robado, solo uno se adentraba al interior de la cueva con una caja, los demás trabajaban en un absoluto silencio, sin hablar, ni quejarse o gemir por el esfuerzo, iban de un lado para otro con la mirada fija y una expresión neutral en sus rostros. Uno de ellos cojeaba notablemente por una herida que tenia en la pierna y dejaba un rastro de sangre por donde caminaba, estaba visiblemente pálido, pero a parte de eso, no daba muestras de que le doliera la herida. Malle intercambió una mirada con Helluin, que parecía haberse percatado de lo mismo, tenia la misma expresión de extrañeza. Siguieron esperando cobijados y Malle mantuvo una mano sobre el lomo de Sephi para que controlara sus ganas de lanzarse a por ellos, quería esperar un poco mas.

Tardaron unos pocos minutos mas en deshacerse de las cajas de trigo que quedaban y volverse de camino al interior de la cueva en el mismo silencio con que habían trabajado, pero uno de ellos, el hombre herido, trastabillaba a causa de la herida, hasta que finalmente se derrumbó boca abajo y dejó de moverse, sus compañeros le ignoraron completamente y le dejaron solo.
El elfo observó la escena boquiabierto y espero unos segundos mas a que se levantara, pero siguió inmóvil en el suelo. Finalmente se decidió a acercarse, se incorporó y se volvió hacia Helluin.


- Espera aquí, ahora vuelvo – Sephi ya avanzaba cautelosamente, pisando con extrema suavidad el follaje del suelo, sin hacer apenas ruido. Pero antes de que él diera un paso para seguirla, la elfa le sujetó fuertemente de una muñeca para retenerlo. Al mirarla vio una expresión de extrema preocupación y pensó que todo aquello era demasiado extraño e iba a decirle que no fuera, pero en vez de eso, suspiró y asintió para sí misma antes de hablar.

- Voy contigo, no voy a dejar que te metas tu solo ahí dentro.

En ese instante, la mujer que tenía delante aparcó toda inocencia y miedo que pudiera sentir y, decidida, se incorporó, tomo el arco que llevaba a la espalda y esperó a que Malle avanzara.
El elfo sonrió, admirado por la entereza que demostraba y por el compromiso que tenía con él, era valiente y sabía que estaba dispuesta a ir allá donde hiciera falta, durante un instante su mente creó una idea en la que ella iría solamente por estar con él. Esa imagen desapareció en el mismo instante, cuando Sephi gruñó suavemente para llamar su atención y al volver en sí vio que Helluin le sonreía y le animaba a continuar, se sintió como si fuera él el que no quería ir. Para disimular se aseguró de que sus espadas seguían en su sitió y, finalmente, salió de entre los matorrales y empezó a caminar hacia la cueva.
Los tres iban en completo silencio, tensos y vigilantes, esperando que en cualquier momento apareciera alguien gritando y corriendo hacia ellos empuñando un cuchillo, pero nada de eso sucedió. Terminaron de recorrer los metros que restaban hasta la cueva y llegaron hasta donde yacía el hombre herido, en la misma posición el la que había caído, Malle se agachó para comprobarle el pulso, pero no lo encontró, estaba muerto, había perdido demasiada sangre, hasta caer desmayado, sin fuerzas, pero su rostro seguía teniendo la misma expresión neutra, despreocupada, el elfo no podía entender esa resignación a la muerte, el poco valor que tenía una vida tanto para sus compañeros como para él mismo. Helluin se mostró aún mas consternada cuando se lo anunció, lo entendía tan poco como él, incluso ofendida por la poca compresión que habían demostrado los demás hombres. Se separaron del cadáver y se adentraron en la cueva, una caverna cuya entrada era amplia e iluminaba perfectamente todo su interior. En ella se hallaban varias cajas y carros desvencijados, unos cuantos harapos y mantas sucias estaban tiradas de cualquier forma por el suelo, en ella no había nadie, pero en el fondo una luz titilaba a través de una pequeña obertura en forma de puerta, con Malle por delante se aventuraron por ella.
La puerta conducía a un pasillo estrecho que estaba tallado directamente de la roca, iluminado por una antorcha que colgaba de la pared, al avanzar por él se fueron encontrando con una serie de puertas de madera robusta, todas ellas cerradas con llave y que no cedían ni un centímetro, por mucho que intentasen empujar. Cada paso que daban parecía resonar tenebrosamente por todo el pasillo, rebotando con un eco que, al volver a ellos, parecía un espectro que avanzaba haca ellos desde todas direcciones, camuflándose en las sombras que bailaban por la llama de las antorchas, la ausencia de cualquier otro sonido les otorgaba una sensación intranquila y extraña, sin darse cuenta, se vio caminando pegado a Helluin, tanto él como ella se había acercado mutuamente.
Tras girar varias veces por recodos y esquinas del pasillo, encontraron una puerta mas, pero esta se encontraba entreabierta y de ella salían sonidos de pasos y murmullos apagados de esfuerzo, era el momento de saber que ocurría. Malle desenvaino sus espadas, aferrando con fuerza las empuñaduras, el frío tacto le resultaba reconfortante, las hojas emitieron un silbante y suave sonido cuando el acero se deslizó por la vaina, detrás suyo escuchó como su compañera sacaba una flecha de la aljaba y acariciaba las plumas en las que estaba rematada, señal de que también ella se encontraba preparada. Apoyó la mano izquierda contra la puerta y empujó poco a poco.

domingo, 20 de marzo de 2011

Bajo los ojos de la luna (II)

Era ya bien entrada la noche y la habitación se encontraba casi en total oscuridad y silencio, ni un solo ruido rompía la total tranquilidad, la calle se encontraba totalmente desierta, aún mas si cabe de lo que había estado por la mañana, pero aún así Mallekith no podía conciliar el sueño. Contaba las horas que llevaba despierto mirando fijamente el techo de su habitación, tomándolo como un lienzo en blanco para sus pensamientos.

Quizá era por la falta de costumbre a dormir en una camada mullida y cómoda, o todo lo cómodo que podía ser un colchón relleno de paja, pero era algo muy distinto a la dura piedra o a la tierra donde cada noche, a la intemperie, le tocaba dormir el elfo. Alzó un momento la cabeza, mirando por el costado de la cama, como Sephi seguía durmiendo, con el hocico ligeramente escondido entre las patas, respirando profundamente a través de ellas, al menos ella si parecía descansar a gusto.
Quizá era algo mas lo que le quitaba el sueño, llevaba varios días intranquilo, dándole vueltas constantemente a lo mismo, sintiéndose culpable en su consciencia desde que abandonó, junto a Helluin, la cabaña donde habían pasado los días después de su naufragio. En parte se sentía responsable de ello, de haberla obligado a abandonar su casa y a seguirlo por tierras desconocidas, sin rumbo alguno, con el único objetivo, inconsciente, de alejarse de los recuerdos de su hogar. Por lo que a él se refería, aún tenia menos motivos por los que deambular hacia ninguna parte, desde que abandonó Darnassus, su ciudad natal, y dejó a su hermana a salvo en ella, no había tenido ningún objetivo por el que seguir adelante. Lejos ya de sus tierras y de la gente que aún lo despreciaba por lo que había hecho, simplemente le quedaba caminar y seguir caminando, sin ser capaz de quedarse en un lugar fijo.
Pero durante un tiempo eso cambió, había dejado de sentir la necesidad de huir y, por fin, se había sentido a gusto, aunque era reticente a llamarlo su hogar, a pesar de que Helluin le insistía en ello, le trataba de forma que casi no podía negarlo. Por ese motivo, y por ella, le dolió abandonar la pequeña casita cercana a la playa. En otras circunstancias habría seguido adelante sin mas, pero ahora era distinto, quería compensarle por ello, pero no se sentía capaz de obligarla a venir con él, ella era un espíritu libre. Por ese motivo se sorprendió, a la par que se alegró, de que ella le ofreciera aquello que él tan seguro estaba que rechazaría, de forma que hasta el día de hoy aún seguían juntos.

Se volvió para cambiar de postura, colocándose de lado en la cama, de cara a donde Helluin dormía, tumbado de lado hacia él. Durante unos instantes olvidó todo le que asaltaba su cabeza y le impedía conciliar el sueño, en ese momento sólo era capaz de ver la tranquilidad de un sueño reparador dibujado en su delicado rostro, decorado con una pequeña sonrisa que dejaba entreabiertos los carnosos labios de la elfa, ligeramente humedecidos por la respiración pausada y profunda que se colaba entre ellos.
Su cabello se retiraba en cascada por detrás de su hombro desnudo, dejando al descubierto la piel de su cuello, suave y pálida como el nácar, que se escondía bajo las sábanas blancas. Estás caían en armonía sobre su cuerpo desnudo, dejando entrever la sensual silueta de sus curvas.
La luz de la luna se colaba por la ventana, acariciándola y tiñéndola al iluminarla con su reflejo plateado, otorgándole una imagen de pureza y al mismo tiempo de bienestar que terminó contagiando al elfo, relajando paulatinamente, a medida que sus párpados se iban cerrando y la imagen de su rostro se le quedaba grabada en la cabeza, mirándole con unos ojos que resplandecían con un fulgor plateado.




-¡Eh, despierta dormilón!

Sus ojos volvieron a abrirse en lo que le pareció que fue unos instantes mas tarde, frente a él, el mismo rostro con el que había soñado le miraba con una amplia sonrisa divertida y con ojos iluminados, mientras que, su propietaria, se esforzaba por zarandearle por los hombros para despertarlo.

-Vamos, que ya has dormido suficiente. -al ver que ya había despertado se retiró de encima suyo y esperó, mirando por la ventana, a que se levantara - hace buen día hoy – dijo con su musical y alegre voz.

-Si tu supieras... - murmuró el elfo con voz pastosa, mientras se incorporaba y se sentaba en la cama, aún con el sueño que había tenido rondándole la cabeza. Sephi también estaba despierta y esperaba pacientemente, sentada frente a la puerta que él se decidiera a levantarse. -¿Cuanto llevas despierta?

-Un rato, me vestí, bajé a hablar con Martha que, por cierto, nos esta esperando - Malle alzó ligeramente las cejas al escuchar eso. Supuso que les pediría que ayudaran, algo que sería lógico, ya que les había permitido dormir en el templo – y estuve un rato mirándote, que gracioso estas cuando duermes y murmuras, tan tranquilito...- El elfo alzo la cabeza de golpe, mirando sorprendido como ella le devolvía una sonrisa divertida y, antes de que pudiera contestar nada, se encaminó hacía la puerta y salio junto a Sephi de la habitación. - Te esperamos a bajo, Martha te dejó aquí una tinaja con agua para que te laves. - le guiñó el ojo y desapareció escaleras abajo, seguida de Sephi, que caminaba elegantemente tras ella.

Mallekith las observó hasta que dejó de ver la cola de la tigresa, pensando en como había cambiado eso también, Sephi nunca se había alejado de él, pero ahora casi pasaba mas tiempo con ella que con el elfo, suponía que ella también necesitaría estar con una amiga, asique no le daba importancia, sino que se alegraba de esa relación. Se desperezó finalmente, bostezó para quitarse todo el sueño y recogió la tinaja, que le esperaba frente al dintel de la puerta, para lavarse un poco, a falta de poder darse un baño, se remojaría un poco la cara, el torso y las axilas, decidió que ya se lavaría en otro momento su larga cabellera blanca, no quería ir mojando todo el suelo del templo. Mientras lo hacía pensaba en el sueño que había tenido, habría jurado que la cara que vio le recordaba a la diosa Elune, pero al despertar y ver a Helluin frente a él le dio que pensar.

Cuando terminó de vestirse bajó por las escaleras hasta el comedor que vio la noche anterior al cruzar el pasillo, aunque aún había gente que comía y hablaba en pequeños grupos con quien compartían mesa, se encontraba mas vacío que la noche anterior, las familias pasaban aquí la noche, ya que era un lugar seguro y resguardado del frío, y por la mañana volvían a sus quehaceres. Al entrar escuchó un suave gruñido, al mirar vio que Sephi le estaba llamando, sentada al lado de una mesa donde charlaban Helluin, la anciana Martha y la chica joven que vio la noche anterior sirviendo. Al escuchar a la tigresa miraron hacia Malle y le hicieron señas para que fuera con ellas, Helluin se echó a un lado en el banco para que pudiera sentarse a su lado. El elfo le sonrió y les dio los buenos días.

-Vaya, eres tan... alto – la muchacha joven, que se sentaba al lado de Martha, le observaba visiblemente sorprendida, al darse cuenta de lo que dijo, bajó la cabeza un tanto avergonzada – Es que... no pensaba que lo fuerais tanto los elfos... - Malle le miró sin entender muy bien ese comentario, igual que Helluin, aunque ella parecía algo contrariada.

- Esta es la hermana Irina, me ayuda mucho con todas las tareas, es muy buena chica – intervino Martha- Cariño ¿Porque no les traes el desayuno? Estos muchachos ya deben tener hambre.
-Si, claro, enseguida, enseguida – La joven se levanto un tanto apresurada, tanto que tropezó ligeramente con el banco y casi estuvo a punto de caer, por la prisa que tenía por dejar de mirarles a causa de la vergüenza.

-No os sulfuréis chicos, se que no sois precisamente niños, pero ella no lo ve de ese modo y para que no haga preguntas.... – les susurró la anciana, mientras Irina se alejaba y hablaba con otra mujer corpulenta que llevaba un delantal sobre su sotana gris. Martha les dedicó una sonrisa amistosa y significativa, antes siquiera de que los elfos pensaran en decirle nada. - Helluin me estaba contando como os conocisteis, que se alegró mucho de que el barco te llevara hasta su playa.- Malle alzó una ceja y volvió la cabeza hacia la elfa, que en ese instante abría los ojos de par en par, ligeramente azorada.

-Mas que el barco... fue la marea que me arrastró a la playa después de que naufragara – Martha arqueó las cejas, sorprendida ante esa declaración – Ella me rescató de la playa y cuidó de mí.

-¡No fue para tanto, sólo me encontré contigo y te dí una cama! - Intervino rápidamente Helluin, quitando importancia a todo ello y evitar el tema.

-Y suerte que fuiste tu quien me encontró, si hubieran sido unos salteadores o unos piratas...

-¡No digas eso! No te abría pasado nada... - Exclamó, quizá con demasiado ímpetu, pero suavizó el tono, mirándole con pesar en su rostro, rozando su brazo con los dedos. Malle le sonrió y le acarició
la mano como respuesta.

Martha suspiró al ver esa escena, manteniendo esa sonrisa entrañable que le caracterizaba. Irina volvió al poco con una bandeja, donde levaba una jarra con leche y un par de boles con copos de avena. Les sirvió uno a cada uno sin decir palabra alguna, con la cabeza agachada, pero de vez en cuando lanzaba una rápida mirada a Mallekith, cuando este se dio cuenta la muchacha se puso roja de repente y se marchó con la bandeja hacia la cocina.

- Le resultas curioso – Martha se divertía al observar cada gesto de cada uno en esa escena. - Nunca había visto a un elfo nocturno y aún menos con el pelo así, te habrás fijado como mira tus orejas.

-Ya, claro... - Murmuró Helluin bastante escéptica, siguiendo a Irina con la mirada hasta que se metió en la cocina. Mallekith le miró y estuvo a punto de decir algo, pero ella evito esa mirada y tomo una cucharadas de su bol – Por cierto, aún no nos has contado como terminaste aquí.

- Es cierto, es cierto, casi ni me acordaba de ello... - La mujer suspiro y junto las manos por encima de la mesa, entrelazando los dedos, en ese instante su semblante cansado mostraba la verdadera edad que tenía. - Hace mucho tiempo ya de eso, fue poco tiempo después de que marcharas, estaba sola con Nuca, creo que no la conociste, era una perra preciosa, te habría encantado... - Sonrió con melancolía, cada detalle que intentaba recordar parecía una punzada en su corazón – Entonces vinieron unos hombres, ni se de donde eran, ni porque venían... a robar supongo. Destrozaron los huertos, quemaron la capilla y a mi... yo logré escapar y colarme en una caravana hasta que llegué aquí, lo demás son cosas aburridas. - Terminó forzando una sonrisa, que intentó que fuera convincente, realizando un pequeño movimiento con la mano para quitarle importancia, al ver como los dos elfos le miraban con visible preocupación.


La puerta del templo se abrió sin que nadie llamara previamente, Martha esperó a que quien entró llegara hasta el comedor, tenía una expresión de curiosidad en su tranquilo rostro, pero se tornó en preocupación cuando vio al corpulento hombre que entraba nervioso y corriendo, su calva brillaba por el sudor que la recorría y su espesa barba anaranjada estaba enmarañada, apresurándose a llegar hasta ella, al ver a los elfos dudó un instante y frunció el ceño, pero decidió finalmente hablar.

- ¡Ha vuelto a pasar!¡Han asaltado otro envío! - Martha se levantó de golpe, alarmada, con una agilidad y vitalidad pasmosa para su edad – Koller ha sido el único que a vuelto, pero no se si aguantará mucho tiempo...apenas nos contó que les atacaron hombres encapuchados y que robaron todo el cargamento de comida, a perdido mucha sangre... - El hombre habló con rapidez, nervioso, su voz ronca denotaba dolor al tiempo que preocupación.

- ¿¿De nuevo??¡Shaiya bendita!¿Pero en que país vivimos, que atacan caravanas de religiosos inocentes? - Martha estaba enfurecida, su arranque de de genio le hacía parecer incluso mas alta y peligrosa que el enrome fortachón, hasta él retrocedió medio paso. Al darse cuenta, la anciana respiró profundamente y se sentó de nuevo en el banco, frotándose la frente con los dedos, volvía a tener su semblante derrumbado. - ¿Como lo haremos ahora dar de comer a esta pobre gente?

Helluin zarandeó suavemente el brazo de Mallekith para llamar su atención y le mirara, ambos elfos compartían la misma expresión de tristeza y congoja, Malle asintió, sin necesidad de que ella dijera nada.

- Martha, déjanos ayudarte, podríamos buscar el cargamento y traer de vuelta lo que podamos.

- ¿Vosotros, unos elfos? ¿Pero que creéis que podéis...?

- ¡Otto, basta! - La anciana respondió con rapidez ante el comentario del hombre y, junto al rugido de Sephi, que se había tensado y le enseñaba, amenazadoramente, sus largos colmillos, hicieron que guardara silencio y se retirara un paso atrás mas, Malle se apresuró a posar una mano sobre su lomo para evitar que se lanzara la tigresa. - No puedo dejar que hagáis eso, eso es problema nuestro y de la guardia, es demasiado peligroso.

- Queremos pagarte todo lo que has hecho por nosotros, yo sobretodo... - Helluin le hablaba casi suplicante, se acercó un poco mas a ella, inclinándose sobre la mesa, poniéndose cara a cara con ella para que pudiera ver su mirada insistente y preocupada. - Además, no nos pasará nada, Malle ha pasado por...

-¡Esto es una broma! ¿Como vais a solucionar vosotros dos solos? Dos sucios y asquerosos... - Sephi casi se lanzó sobre el hombre, Malle tuvo que levantarse y sujetarle con ambos brazos para evitarlo, solo su contacto hizo que la tigresa se contuviera. Otto se cayó, pero mantuvo su mirada desafiante y despectiva, alzando la cabeza altivamente.

- Otto, por el amor de Shaiya, callate... - La voz de Martha sonó cansada, pero autoritaria, a ella le gustaba tan poco como a los elfos que hablase así. - No me gusta esa idea, pero... - Suspiró y negó con la cabeza, al mirar fijamente a Helluin se dio por vencida. - Esta bien, pero si os ocurre algo no os lo voy a perdonar nunca. - El rostro de Helluin se iluminó de golpe y dejó escapar una pequeña expresión de alegría, saltó y abrazó a Malle por la espalda, que seguía reteniendo a Sephi.

-Ya verás como todo saldrá bien, Martha. - Tomó las manos de su amiga, mirándole con absoluta seriedad, demostrando su compromiso. Otto chasqueó la lengua, dio media vuelta y salió del templo con pesados y rápidos pasos, farfullando maldiciones.

- Recoged lo que necesitéis, Otto os guiará, aunque no quiera, yo me encargaré. Volved antes de que anochezca y que la virgen os guarde – La anciana realizó una señal en forma de U, con sus dedos, sobre la frente de los elfos. Se volvió y salió hacía el exterior del edificio, Helluin pudo ver el temor grabado en cada mirada de su amiga. Sonriendo, se levantó del banco y rozó la espalda de Malle, recorriendo un camino con el dedo hasta su hombro, ella en cambio estaba segura que no ocurriría nada.

jueves, 17 de marzo de 2011

Bajo los ojos de la luna


-Deberíamos acercarnos a ese pueblo.

Musitó Mallekith con un leve susurro, mirando de soslayo a su compañera de viaje, Helluin, esperando su negación. El sentía el mismo recelo que ella a entrar en una población donde era mas que probable que recelaran de ellos dos, por el simple echo de ser elfos, confundiendolos con criaturas oscuras, pero necesitaban aprovisionarse de flechas y alimentos, ya que aquella zona era pobre en caza. La elfa también lo sabía, asique se limitó a contestar con un simple gimoteo en forma de queja. Mallekith sonrió ante aquel gesto, Helluin era una elfa adulta, decidida y madura para tomar decisiones y con un cuerpo bien formado, cuyas voluptuosas curvas se dejaban entrever perfectamente a través de su ropa, un traje de cuero que consistía en usa botas, un pantalón ceñido y una blusa con un sensual escote, muy a juego con los ropajes de su compañero, que tb vestía totalmente de negro, pero la caracterizaban una variedad de gestos infantiles que animaban, a la par que agradaban, al elfo. Su compañía, desde que empezaron a viajar juntos, había sido una de las pocas cosas que lograban arrancarle una sonrisa y hacerle olvidar sus penurias pasadas.
Aún recordaba como se habían encontrado después de aquel naufragio en el que sobrevivió, prácticamente le había rescatado de la playa y acogido en su pequeña casita, lamentaba que la hubieran abandonado precipitadamente, a veces, cuando pensaba, seguía sintiéndose culpable de ello, pero le tranquilizaba ver que ella no le daba tanta importancia y se sentía tan a gusto como el. Incluso Sephi, la amiga que siempre había tenido a su lado, una enorme tigresa de bengala blanca, agradecía una compañía femenina. Muchas veces podría mostrarse osca y reservada, pero Malle podría notarlo por el vínculo que los unía, ademas del comportamiento que empezaba a tener con Helluin, casi tan cercano como con el.

Ya dejaban el camino boscoso atrás y alcanzaban el perímetro amurallado de la ciudad, el muro, hecho de firmes bloques de piedra, se alzaba una veintena de metros por encima de sus cabezas, imponente, presentaba una medida disuasoria de primera magnitud frente a posibles asaltantes. Una pareja de guardias equipados con corazas y lanzas custodiaban el portón principal, vigilando cada viajero y carro que enraba y salia de la ciudad. Como esperaba Mallekith, sus ojos se centraron directamente en el nada mas aproximarse, podía leer la desconfianza en sus ojos, pero esperaba que aún así no les detuvieran. Sin embargo, la dudas que tenían se disiparon cuando vieron por primera vez a la elfa, sin duda atraídos por su físico y su atractivo, y cruzaron sus lanzas frente a ellos dos, barrándoles el paso, lanzando descaradas miradas lascivas a Helluin, que no lograban pasar desapercibidas para ellos.

-Extranjeros por aquí...curioso...

Mencionó uno de ellos, con un marcado deje de desprecio al arrastrar las palabras, amplió una sonrisa burlona que no indicaba nada bueno, su compañero se plantó frente a Malle, mirándolo con ojos furiosos que le retaban a sacar su arma. El primero de ellos se acercó con seguridad a Helluin, alargando una mano hacia su brazo, con la intención de agarrale. Pero se detuvo a medio camino antes de tocarla, abriendo los ojos de par en par al ver a la enorme tigresa que, sigilosamente, se había situado a su lado y le gruñía, mostrando sus colmillos, del tamaño de dagas, ambos soldados tuvieron suficiente para apartarse un paso y relajar su postura, aunque el miedo seguía patente en sus rostros.

-Eh... extranjeros... tenemos que advertirles...¿no crees Dieter?- este asintió rápidamente, aunque no dijo palabra alguna, para enfado de su compañero, que veía que no obtendría ayuda de el e intentó seguir con naturalidad, a pesar de las constantes advertencias de Sephi – advertirles de que... tengan cuidado...si...con el brote de plaga que afecta a nuestras reses.

Terminó la frase con rapidez y se volvió para ocupar de nuevo su puesto, fingiendo que ahora prestaba su atención a otro aldeano que salía en ese momento por el portón. Los dos elfos compartieron una mirada de alivio y Helluin acarició con cariño la cabeza de la tigresa , agradeciendo su intervención, antes de proseguir al interior de la ciudad.

Una vez dentro, pudieron comprobar como las palabras de aquel soldado corroboraban lo que mostraban los rostros de la multitud de aldeanos que deambulaban por las calles. La ciudad era grande y poblada, de aspecto prospero, pero respecto a sus habitantes era todo lo contrario, parecían haber sufrido una infinidad de penurias, personas de aspecto macilento y sucio, rostros serios y de mirada casi inexpresiva, que caminaban con pasos cansados, pero de forma rápida, como si no quisieran permanecer mas tiempo del debido fuera de sus casas. Mallekith se sorprendió al comprobar que los temores que sentía a ser señalado como a un paria no iban a cumplirse, cada persona con la que se cruzaban bajaba los ojos y evitaba a toda costa mirarles.

-¿Que les pasa a toda esta gente, Malle?-escuchó como la cantarina voz de Helluin le susurraba casi al oído, casi pegandose a su cuerpo para que sólo le escuchara él. Al volver el rostro hacia ella vio el mismo desconcierto y preocupación que sentía el elfo, sin dejar de mirar a cada uno de los hombres y mujeres con los que se encontraban.

-Una época mala que estarán pasando, nada mas- le respondió con la mayor tranquilidad, pasando un brazo por detrás de su espalda para acariciarla con la intención de calmarla y hacerle ver que no se encontraba sola, le complació ver como ella respondía con una pequeña sonrisa tierna.

Ambos elfos, seguidos bien de cerca por Sephi, continuaron por la calle principal de la ciudad, buscando algún cartel que les indicara donde podrían encontrar una herrería, varias veces se encontraron con algún, pero todos los negocios al que pertenecían se hallaban cerrados y no veían a nadie en su interior. Parecían tiendas abandonadas y cerradas a causa de una crisis, algo extraño tratándose de herrerías, negocios tan requeridos en una época como en la que vivían.
Finalmente desistieron de seguir buscando y optaron por dirigirse hacia una posada o un bar con buen aspecto y no fuera una taberna de puerto. Esta vez tuvieron mejor suerte, fue mas fácil encontrar un pequeño local de aspecto limpio, aunque si les costó entrar por la multitud congregada en su interior, los que no se refugiaban en sus casas parecían cobijarse en lugares como aquel.
Mientras Sephi esperaba fuera, fueron abriendose paso entre el gentío a base de sutiles empujones y apartando a alegres borrachos con el brazo, hasta llegar a la atestada barra y lograr hacerse un hueco. Tras esperar un buen rato a que alguien les atendiera, Malle, para hacerse escuchar, logro que un camarero, grande y calvo, que llevaba un delantal manchado de bebida sobre una camiseta sin mangas, se acercara a ellos y el elfo pudiera pedir algo de comida.

-¿¿¿Dos platos de que??? Ya me gustaría servirte algo jovencillo...- el elfo le dedicó, primero, una mirada un tanto molesta por como se refirió a él, pero enseguida la curiosidad y la duda la reemplazaron – Si, si, no me mires así, solo puedo servirte licor de patata, casi toda la comida me la han requisado y no recibo un envío desde.... la última vez fue cuando...

El elfo se giró hacia Helluin, que una vez mas compartían una mirada contradictoria, mientras el tabernero seguía hablando y hablando sobre sus divagaciones y su negocio. Mallekith se avanzó ahora, cortando su monólogo, para expresar lo que ambos elfos estaban pensando.

-¿Quien te a requisado toda la comida? ¿No habrá ocurrido lo mismo con las herrerías?- el tabernero se calló de golpe, pareció durante un instante molesto, pero siguió hablando como si lo hiciera para un chico de colegio.


-Pues el conde¿quien va a ser sino? Se ha dedicado a recoger toda la comida para racionarla por to el asunto de la peste y, si, también lo ha hecho con las armas y los herreros de la ciudad, ahora trabajan para él a marchas forzadas. Lo que hace el poder eh...? Si queréis comer algo o bien lo cazáis y me lo traéis para que lo cocine...-amplió una cómica sonrisa, pero enseguida se congeló al ver como, esta vez Helluin, le atravesaba con la mirada, casi colocandose frente a Malle-... o bien visitáis el templo de Shaiya que hay aquí cerca, ahí dan de comer a los pobres, asique es el único lugar donde encontrar comida fácil, poca, pero fácil.

Nada mas terminar la frase se volvió hacia otro cliente, aprovechando para evitar la mirada de Helluin. Ambos elfos, sin mas preámbulos, salieron del local y volvieron a la tranquila calle, lejos de la agobiante muchedumbre.
Se dirigieron en busca del templo, no solamente en busca de comida, sino también para conseguir alguna respuesta para lo que estaba sucediendo. Fue fácil de encontrar, un enorme edificio de estilo gótico, construido casi por completo con bloques y columnas de piedra, con una decoración austera, nada ostentoso ni llamativo. El edificio principal era rectangular, con varias ventanas y vidrieras, ademas de un gran portón que hacía de puerta principal. En un lateral de este, se alzaba una torre circular, coronada con un tejado triangular de tejas oscuras, en cuyo vértice podía verse brillar una pequeña escultura dorada d una mujer con los brazos alzados, bajo ella, una campana colgaba tranquila en su interior.
Un par de hombres, desaliñados y con la ropa sucia y rota, estaban sentados en los escalones que llevaban a la entrada del templo, alzando una mano temblorosa para pedir limosna, uno de ellos, incluso de forma bastante insistente, hasta casi perseguir a una mujer que intentaba ignorarlo.
Los dos elfos subieron las escaleras, ignorados por los mendigos, sin duda amedrentados por la presencia de Sephi, aunque ella solamente seguía los pasos de Mallekith mansamente.

De la puerta colgaba una pesada aldabas que representaban dos manos que se unían en forma de cuenco. El elfo la tomó la golpeó dos veces contra la pesada madera, no esperaron demasiado hasta que apareció una mujer mayor al abrir el portón lentamente, a causa del peso.

-¿Que se le ofrece jóvenes?- preguntó con voz agradable aunque cansada al asomarse un poco. Vestía una sotana gris que le cubría todo el cuerpo y unas sandalias simples, remendadas y deshilachadas, de su cuello colgaba un medallón donde había grabado la imagen de una mujer con los ojos cerrados y una débil aureola alrededor de su cabeza. El cabello de la anciana era casi por completo blanco y su rostro estaba surcado de arrugas, sin embargo sus ojos eran de un azul intenso que mostraba toda su fortaleza de espíritu con aquella mirada firme y bondadosa. Observo primero a Malle con curiosidad y después se fijó en Helluin, momento en que su expresión cambio por completo y sus ojos se iluminaron y tomaron aún mas fuerza si cabe.
-¡¡Por Shaiya bendita y el magnánimo Sigmar, eres tu Helluin!!- estalló la mujer con una inmensa alegría, abriendo de golpe la puerta, ignorando lo pesada que era,y adelantándose para abrazar la elfa. Mallekith se mantuvo a un lado, observando con curiosidad.- Como has cambiado hija mía... la ultima vez que nos vimos aún era mas alta que tu...- La anciana sonrió con benevolencia y un intenso sentimiento de nostalgia en su rostro, le tomaba las manos en un gesto cariñoso sin dejar de mirarla ni un segundo, dando la sensación de que hacía tiempo que no sentía una alegría así.

-¡Que alegría Martha, no esperaba verte aquí!- respondió enseguida, devolviendole un cálido abrazo, rodeando el pequeño cuerpo de la anciana, igual que ella, Helluin se mostraba También ilusionada y alegre de encontrarse con esa mujer- Creía que aun vivías en aquella capilla.


-Las cosas... han cambiado hija mía...-Martha sonrió con tristeza, acariciando el rostro de la elfa, igual que haría una abuela con su nieta- pero entrad, entrad, no os quedéis ahí, seguro que tu amigo y tu tenéis hambre, con lo que esta pasando últimamente...-miró de soslayo a Mallekith cuando lo nombró, sonriendo de forma curiosa, el elfo tubo la sensación, en ese instante, de que podía conocerle solo con un vistazo -Tu también gatita, no tengas miedo de entrar. -dijo antes de entrar, acariciando con total confianza la cabeza de Sephi, esta no reaccionó de forma irascible, si no que la siguió a interior tras comprobar que el elfo, sorprendido, iría con ella.
- Vaya sorpresa, no esperaba que conocieras alguien de aquí – comentó el elfo, entrando ya junto a Helluin en el templo.

-Yo tampoco me lo esperaba- reconoció la elfa, compartiendo la misma cara de sorpresa que él – La conocí hace mucho tiempo, yo era una niña casi cuando escapé de mi poblado, unos...hombres me sorprendieron en el camino... pero ella me salvó y me llevó a una pequeña capilla, cerca de las montañas, donde cuidó de mí, hasta que decidí seguir yo sola, desde entonces no la he vuelto a ver...

-Desde entonces hay cada vez mas ladrones y bandidos, incluso algunos con la piel verde -interrumpió la anciana, que a pesar de ir mas adelantada, parecía haber escuchado todo- Un grupo de esos malna... de esos descarados quemaron y saquearon la capilla, me trasladé y aquí estoy, es una historia mas aburrida, incluso, de lo que suena-hizo un pequeño aspaviento con la mano sin volverse, para quitarle importancia al asunto- Y me alegro de ello, últimamente mucha gente necesita ayuda por aquí, a veces demasiada para solo tres sacerdotisas... -la anciana suspiró con resignación.

Pasaron por un largo pasillo que conducía a una amplia estancia donde se realizaban las misas, pero se había acomodado para instalar un comedor, con multitud de mesas, casi tantas que casi no había espacio para pasar entre ellas, y, sentados en bancos, grupos de personas, familias enteras, llenaban las mesas, comiendo paupérrimas raciones, una mujer mas joven, vestida igual que la anciana, corría de un lado para otro llevando platos y limpiando lo que podía.
Marha siguió adelante, guiándolos por unas escaleras de mármol,en forma de caracol, que ascendían al piso superior. Otro pasillo mas discurría en la segunda planta, pero la anciana entro por la primera puerta que había.

- Perdonad que no pueda ofreceros mas, pero como habéis visto, estamos hasta los topes, no tengo ni idea de lo que esta haciendo el conde, se preocupa de sus asuntos de alcoba antes que de su pueblo, si lo tuviera enfrente... - terminó la frase con un murmuro, acallando la parte final al morderse la lengua. Mallekith entró tras Helluin y echó un vistazo a la habitación, era pequeña y austera, las paredes de yeso blanco decoradas solo con una pequeña ventana y una imagen de Shaiya sobre el marco de la puerta. El único mobiliario que había eran dos camas pequeñas, casi pegadas, y una mesita de noche entre ellas, a pesar de todo, la habitación estaba limpia y arreglada.

- No hacía falta esto Martha, de verdad, no queríamos pedirte tanto... - comentó Helluin, mirándola con una sonrisa cariñosa.

-¡Ni falta que hace que me lo pidáis!-respondió rápidamente la anciana, colocando los brazos en jarra y frunciendo el ceño – ¿Como iba a dejarte fuera en la calle? Ni a ti, ni a tu amigo – sonrió nuevamente a Malle, haciéndolo sentir nuevamente de forma extraña. - Supongo que no os molestará dormir en la misma habitación... - mencionó y, antes de que respondieran, volvió a hablar, como si no necesitara contestación - ¡Bueno! Acomodaos un poco mientras os traigo algo de comer, seguro que no habéis comido nada en todo el día. ¡Virgen Shaiya... estáis en los huesos!


La mujer se marchó por las escaleras murmurando para ella misma, dejando a los elfos solos en la habitación. Sephi no tardó en acomodarse a los pies de una cama, se sentó y estiró el cuerpo con un silencioso bostezo, antes de estirarse por completo y apoyar la cabeza sobre sus patas, mirando a Malle con unos ojos tranquilos y cansados.

- Creo que ella ha escogido ya – Sonrió Malle, mirando a la tigresa con cariño.

-¡Entonces esta para mí! - Respondió rápidamente Helluin, lanzándose sobre la otra cama, exclamando un pequeño gritito cómico de exaltación, riendo al ver como le miraba Malle -Echaba de menos una cama... -comentó encogiéndose de hombros con un leve deje de vergüenza.
El elfo rió una vez mas ante un gesto de ella, a pesar de que eso acrecentaba su vergüenza, pero agradecía esos momentos distendidos. Finalmente él también se dejó caer sobre la otra cama, exhalando un suspiro de cansancio, a través de la ventana podía ver como el sol se iba escondiendo y dejaba un cielo anaranjado que no tardaría en oscurecer del todo.

-¿Sabes? Me trae recuerdos esto, el lugar no es igual...pero me acuerdo cuando vivía con Martha y me enseñaba a cultivar verduras, cazar, incluso a que me interesase por los libros. -Malle volvió la mirada hacia ella para escucharla, la veía tranquila estirada boca abajo, apoyando la barbilla en sus manos, sonriendo al recordar todo eso y mirando al infinito para intentar evocar cada imagen, imaginaba que él mismo estaría igual de nostálgico durante los momentos en que recordaba su tierra natal.

- Se nota que os queréis mucho y que te echaba de menos, pero..¿Porque te marchaste?-preguntó el elfo, que estaba desabrochándose la capa y las botas para estar mas cómodo.

- Yo también la echo de menos muchas veces, ha sido lo mas parecido a una madre que he tenido. Me alegro mucho de haberla conocido, pero acabé marchándome por el mismo motivo por el que me fui del poblado, era joven y tenía la necesidad de vivir sola- se encogió de hombros, mirando fijamente a la ventana.

- Entiendo, todos hemos tenido juventud-Malle sonrió, dejó la capa doblada a los pies de la cama y se estiró de lado para poder seguir mirándola- ¿Te arrepientes de haberte ido después de todo este tiempo?

Helluin volvió la mirada nuevamente hacia él, se apartó un mechón de su oscura melena de la cara y se mantuvo en silencio durante unos segundos, pensando en la respuesta. En medio del silencio de la habitación solo escuchaba su respiración pausada, que hacia subir y bajar tranquilamente su delgado y estilizado torso, cuya espalda dibujaba una delicada curva y que continuaba en una armonía de sus formas por sus piernas, alzadas sobre el colchón. Sus ojos se fijaron en los de él,podía ver desde su cama, como reflejaban la luz que entraba por la ventana, iluminando un bonito ocaso en ellos. Compartieron una larga mirada que duro varios segundos, en los que ninguno de los dos mostró incomodidad, sino una comprensión mutua. - Y no- dijo simplemente, dibujando una bonita sonrisa en su rostro.
En ese instante llamaron a la puerta y, sin esperar respuesta, la anciana volvió a entrar, llevando una bandeja con varios platos y una jarra

-Aquí tenéis chicos, agua y un poco estofado que ha hecho la hermana Viveka, le sale muy bien-dijo alegremente, dejando la bandeja sobre la mesita de noche. Cogió uno de los platos, que estaba lleno de carne, y se lo llevó a Sephi, dejándolo en el suelo frente a ella, que lo agradeció con un ronroneo y empezó a comer con deseo -Lo que decía, estáis muertos de hambre. ¡Venga, no os entretengáis, que se enfría!-Martha, con prisas, seguramente por el trabajo que le esperaba abajo, salió y cerró tas de sí para dejarles comer tranquilos.
Vaciaron los platos con rapidez, hablando tranquila y distendidamente, sin preocuparse mas del tema que habían tratado antes. Sephi se durmió nada mas terminar, respirando profundamente, teniendo el hocico cómodamente puesto sobre sus patas, Malle se dispuso a hacer lo mismo, quitándose la camisa y el jubón, para quedarse solo con los calzones, pero Helluin esperaba, mirándolo detenidamente.

-¿Ocurre algo?-preguntó el elfo, al volverse, después de dejar la ropa bien puesta a los pies de la cama. Observó como durante todo el rato estuvo mirándole, sentada, sin levantarse de la cama, con las manos apoyadas en el colchón, una a cada lado de su cuerpo. Durante un momento creyó que no iba a decir nada, hasta que se levanto y se quedó frente a frente con él, posó una mano sobre su pecho, acariciándolo con suavidad mientras lo dejaba caer para separarla de su cuerpo.

- ¿Puedes...volverte?-dijo finalmente, casi murmurándole con cierto reparo. Malle sonrió y se giró hacia la pared y espero pacientemente hasta que ella le avisase. Cuando terminó ella estaba metida bajo las sabanas, tapada asta el mentón y toda su ropa doblada sobre la mesita de noche- Que descanses Malle- le dijo sonriendo, medio somnolienta, pero agradecida por tenerle ahí.

-Que Elune guíe tus sueños, descansa tu también Helluin- respondió él, metiéndose en su cama para intentar acomodarse y dormir, después de tanto tiempo, casi se había acostumbrado al duro suelo.